jueves, 18 de junio de 2015

POEMA DE MÍO CID

         Los cantares de gesta medievales conectan con el modelo de héroe tradicional, dechado de virtudes guerreras. El fragmento que ahora reproduzco nos ofrece la imagen de un Cid Campeador de elevadas cualidades humanas, que evita que los burgaleses padezcan el castigo por desobedecer al rey. Dejando de lado las sesudas implicaciones ideológicas de su gesto, la intervención de la infancia como símbolo de inocencia suprema es sobrecogedora:

CANTAR DEL DESTIERRO  ( v.v.  1-54)
         Le hubiesen convidado con agrado, pero ninguno se atrevía;
         tan grande era la saña que le había cobrado el rey Don Alfonso.
         Antes de anochecer en Burgos entró la carta del rey,
         con gran despacho y fuertemente sellada:
   
5 " A mío Cid Ruy Díaz que nadie le diese posada.
         y aquel que se la diese le daba palabra
         de que perdería los haberes, e incluso los ojos de la cara,
         y que además (perderían) los cuerpos y las almas".
         Gran pesar sentían las gentes cristianas;
   10 se escondían de mío Cid, pues no se atrevían a decirle nada.
            El Campeador se adelantó a su posada;
         tan pronto como llegó a la puerta, hallóla bien cerrada,
         por miedo del rey Alfonso que así lo había dispuesto:
         que si no la tiraban, que no se la abriese por nada.
   15 Los de mío Cid a altas voces llaman
         los de dentro no les querían devolver palabra.
         Aguijó mío Cid, a la puerta se llegaba,
         sacó el pie del estribo, una herida le daba (a la puerta);
         no se abre la puerta, pues estaba bien cerrada,
    20 Una niña de nueve años ante sus ojos se presenta:
         "Ya Campeador, en buena hora ceñiste la espada!
         El rey lo ha vedado, anoche entró su carta,
         con gran despacho y fuertemente sellada.
         No osamos  abriros ni a recogeros por nada;
  25   si no perderemos los haberes y las casas,
         y todavía más los ojos de la cara.
         Cid, en nuestro mal vos no ganáis nada;
         pero que el Creador os valga con todas sus virtudes santas".
         Ya lo ve el Cid que del rey no tenía gracia.
30     Se alejó de la puerta, por Burgos marchaba,
         llegó a Santa María, luego descabalgaba;
         hincó las rodillas, de corazón rogaba.
         Hecha la oración, después cabalgaba.

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